Una
chica estaba aguardando su vuelo en una sala de espera de un gran aeropuerto. Como
debía esperar un largo rato, decidió comprar un libro y también un paquete de
galletitas.
Se
sentó en una sala del aeropuerto para poder descansar y leer en paz. Asiento de
por medio, se ubicó un hombre que abrió una revista y empezó a leer.
Entre
ellos quedaron las galletitas. Cuando ella tomó la primera, el hombre también
tomó una. Ella se sintió indignada pero no dijo nada.
Apenas
pensó: ¡Qué descarado! Si yo estuviera más dispuesta, hasta le daría un golpe
para que nunca más se olvide de la grosería!".
Cada
vez que ella tomaba una galletita el hombre también tomaba una. Aquello
la indignaba tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.
Cuando
quedaba apenas una galletita, pensó: "¿qué hará ahora?". Entonces, el hombre dividió la última galletita y dejó una
mitad para ella.
¡Ah!
¡No!... ¡Aquello le pareció demasiado! ¡Se puso a bufar de la rabia!
cerró su libro y sus cosas y se dirigió al sector del embarque.
Cuando
se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso y para su sorpresa,
allí estaba su paquete de galletitas... intacto, cerradito... ¡Sintió tanta
vergüenza!
Sólo
entonces percibió lo equivocada que estaba. ¡Había olvidado que sus galletitas
estaban guardadas dentro de su bolso!
El
hombre había compartido las suyas sin sentirse indignado, nervioso, consternado
o alterado, y ya no había más tiempo ni posibilidades de explicar o pedir
disculpas aunque sí para razonar.
¿Cuántas veces en nuestra vida sacamos
conclusiones cuando debiéramos observar mejor?. ¿Cuántas cosas no son
exactamente como pensamos acerca de las personas? ¿Cuántas veces son nuestras emociones las que tomas las decisiones?