En un pequeño
pueblo una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su
puerta un extraño correctamente vestido que le pedía algo de comer.
Lo siento -dijo ella-, pero ahora mismo no tengo
nada en casa.
No se preocupe, dijo amablemente el extraño, tengo
una piedra de sopa en mi cartera. Si usted me permitiera echarla en una olla de
agua hirviendo yo haría la más exquisita sopa del mundo. Consiga una olla muy
grande por favor.
A la mujer le picó la curiosidad, puso la olla al
fuego y fue a contar el secreto de la piedra a sus vecinas. Cuando el agua
rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver a aquel
extraño y su piedra de sopa.
El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego
probó una cuchara con verdadera delectación y exclamó: ¡Deliciosa! Lo único que
necesita son unas cuantas patatas.
- ¡¡Yo tengo unas patatas en mi cocina!!, gritó una
mujer.
Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran
fuente de patatas peladas que fueron derecho a la sopa. El extraño volvió a
probar el brebaje:
¡Excelente! dijo y añadió pensativamente:
¡Excelente! dijo y añadió pensativamente:
- Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido
más apetitoso.
Otra ama de casa salió zumbando y regresó con un
pedazo de carne que el extraño tras aceptarlo cortésmente introdujo en el
puchero. Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo:
- ¡Ah , qué sabroso! Si tuviéramos unas cuantas
verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto...
Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y
volvió con una cesta llena de cebollas y zanahorias; después de introducir las
verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente la sopa y con tono
autoritario dijo: - la sal.
Aquí la tiene, le dijo la dueña de casa. A
continuación dio otra orden: ¡¡Platos para todo el mundo!!.
La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de
platos. Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas.
Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida
comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa.
Todos se sentían
extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su
comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando
tras de si la milagrosa piedra de sopa, que ellos podrían usar siempre que
quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo...
Cuento Belga
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