Paul, el padre de Arnold, removía su taza de té distraídamente, sentado frente a una ventana.
Leila, su esposa, se sentó a su lado y le preguntó por qué parecía distraído y algo abatido.
“Es algo extraño” – respondió –“me siento como una cebolla ahora mismo”.
“¿Cómo una cebolla?” preguntó Leila.
“Si, exacto. Como una cebolla”. Continuó Paul. “En el centro, muy en el centro sé que las capas son blanquísimas, suaves, perfumadas. Es decir, sé que soy una persona feliz, que sabe disfrutar de la vida y que habitualmente lo hace. Sé que cuando algo no funciona, no me gusta quedarme esperando a que se arregle, sino que hago algo para que la situación cambie y mejore. Luego, hay unas capas encima que son algo más gruesas, más burdas. Son como las obligaciones que no adquiero porque yo quiero, sino que las adquiero por compromisos, aprendizajes, creencias,....ya sabes, esas cosas que no disfrutas tanto haciendo y sin embargo, si dejas de hacerlas, te sientes mal y abatido.”
“Si, lo entiendo perfectamente. A veces yo también encuentro esas capas en mi interior”. Comentó Leila.
“Si continúo hacia fuera, -dijo Paul- me voy encontrando con un montón de preocupaciones, quejas, sentimientos de culpa. Habitualmente mi cebolla está invertida, es decir, estas capas se encuentran ocultas y no las veo. La verdad no me gusta mucho verlas, así que no les suelo prestar atención cuando están escondidas en el interior. Sin embargo, hoy ha pasado algo que ha invertido a la cebolla. Así que aunque sé que soy un hombre feliz, hoy me siento pesado y abatido.”
“Vale, pues hagamos algo que vuelva a invertir tu cebolla. ¿Te apetece?” comenta Leila.
“Bueeeeno...si, ¿por qué no?” Responde Paul algo dubitativo.
“Mmmmmmm.........déjame pensar.” –Leila abre las puertas que dan al jardín, de par en par, que está tapizado de florecillas pequeñas, mezcladas con el césped y sale corriendo – “¡Te reto! Una carrera hasta el pinar.”
Paul se levanta de inmediato, sin pensar y sale corriendo tras de ella. Desde hace más de 15 años que se conocen y que hacen esa misma carrera. Son solamente 800 metros, que disfrutan corriendo, riendo y al llegar se tumban en la sombra y se hacen cosquillas.
¿Tienes tu algún remedio para invertir las capas de tu cebolla cuando te hace falta? ¿Crees que siempre debemos invertirla para sentirnos bien? ¿Conocer las capas que nos hacen sentirnos tristes o abatid@s nos puede ayudar? ¿Merece la pena tener la cebolla en un sentido? ¿Para ti, en cuál?
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