Releía el otro día a Viktor E. Fran kl que escribía en su magistral libro “El hombreen busca de sentido”: “La salud se basa en un cierto grado de tensión, la tensión existente entre lo que se ha
logrado y lo que todavía no se ha conseguido: o el vacío entre lo que se es y
lo que se debería ser. Esta tensión es inherente
al ser humano y por consiguiente es indispensable para el bienestar mental. Lo que el hombre
necesita realmente no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que realmente merezca la pena”
¿Se puede explicar mejor? Si esa
tensión (o quizá la palabra insatisfacción también se pueda aplicar en estos
momentos) es inherente a lo que somos y por tanto es fundamental para nuestro
bienestar, ¿Por qué nos resulta tan frustrante, angustioso o incómodo sentirnos
así?
He pensado mucho en ello estos
días y creo que una de las claves es no considerar esa tensión o insatisfacción
como algo natural, querer escapar de esa sensación, no aceptarla como una
fuente de información sobre lo que soy y lo que quiero. Cuando empiezo a
sentirme así, me evado, busco actividades que me ayuden a olvidarme de esa
sensación desagradable, busco en mi entorno refuerzo que me asegure que no
debería sentir insatisfecha pues en realidad “tengo todo lo que necesito”, me
alimento de lo que hasta ahora me ha servido sin darme cuenta que ahora
necesito otros nutrientes.
Otra de las claves tiene que ver
con “esforzarse y luchar por una meta que realmente merezca la pena” y ahí nos
encontramos con algo profundamente complejo. ¿Una meta que merezca la pena? Una
meta (mía) que me merezca la pena a mí (y quizá no a las personas que me
rodean, o quizá no para la sociedad en la que quiero ser bien recibida)
¿Me conozco lo suficiente para
afirmar qué meta merece la pena para mí? ¿Me estoy esforzando o luchando por
mis metas o por lo que se supone son las metas que debería tener?
Hay partes o aspectos de
nosotros/as que no dejamos salir, pueden ser nuestros deseos, nuestras
ilusiones o parte de nuestras necesidades, esas que son solo nuestras, que nos
hacen ser seres únicos. Esa individualidad que a veces choca con lo que se
espera de nosotros/as o con lo que creemos que se espera de nosotros/as.
Esa individualidad que a veces
nos resulta difícil mostrar por miedo a no ser aceptados, por miedo a no
encajar en un entorno que en realidad necesitamos como seres sociales que
somos. Esa individualidad que cuando quiere asomar no lo permitimos y que por
eso muchas veces ni nosotros/as mismos/as conocemos.
Sentimos esa tensión de la que
hablaba Viktor Fran kl, pero no somos
capaces de hacer nada con ella porque nos resulta profundamente incómoda. Muchas
veces sabemos que ya no queremos estar donde estamos, pero desconocemos donde
nos gustaría aterrizar. Sabemos que el traje que llevamos nos resulta incómodo,
pero no encontramos fácilmente la talla que nos sienta como un guante.
Un proceso de coaching nace
siempre de esa tensión, de esa incomodidad, de esa insatisfacción. Ya no quiero
estar aquí. Un proceso de coaching te ayudará a conectar con esa meta que te
merezca la pena y te acompañará en el proceso, en el espacio y en el tiempo que
va desde el presente hasta el futuro que necesitas y deseas.
Sabiendo como sabemos que esa
tensión se producirá una y otra vez a lo largo de nuestras vidas, ¿Por qué no
utilizarla para crecer, para transformarnos en algo más cercano a lo que
deseamos en estos momentos?
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