¿Tienes o has tenido un perro, gato, caballo u otro "animal de compañía" en tu vida? Es muy posible, salvo que seas un/a lector/a muy joven, que en algún momento hayas escuchado o incluso puesto en práctica, consejos basados en el castigo para la educación de tu compañero de cuatro patas.
Un castigo muy conductista, es decir, aplicar una consecuencia negativa o la retirada de un refuerzo positivo para eliminar conductas indeseadas y muy difundido en muchas facultades de psicología.
¿En qué se basa este entrenamiento? Básicamente, en la idea de la existencia de comportamiento indeseable y en la necesidad de su eliminación. Es decir, basamos nuestro pensamiento e interpretación del comportamiento de "otros" (animales o personas) en lo negativo. En la idea de que necesariamente aparecerán comportamientos que juzgamos como negativos o indeseables.
¿Y si fuese al contrario? ¿Y si los comportamientos no son ni negativos ni positivos?
Bajo esta filosofía surge la idea del entrenamiento positivo que, curiosamente se basa en los mismos principios conductistas que el entrenamiento basado en el castigo. Se trata de reforzar los comportamientos que deseamos que se repitan e ignorar los que nos incomodan. Es decir, se basa en la idea de que el comportamiento surge con una finalidad determinada y actuamos sobre éste simplemente con el fin de facilitar que se repita (que el perro cruce las calles de manera segura, que respete el espacio de otros animales o personas, etc.).
¿Qué tiene que ver esto con las personas o con el desarrollo personal? Yo creo que mucho. Creo que nos puede ayudar a observar dónde ponemos el foco, a tomar conciencia de en qué nos fijamos. ¿Observo lo que quiero que se repita porque es positivo y me ayuda a dirigirme hacia una meta que me potencia? O por el contrario ¿observo lo que no hago bien, lo que no sé hacer y lo que no me permite acercarme a mi objetivo? Parecería una diferencia casi imperceptible aunque desde Kaiden creemos que es muy importante.
Definir nuestros objetivos en base positiva supone describir lo que queremos hacer, lograr o conseguir y no describirlos en términos de lo que quiero dejar de hacer, eliminar o cambiar. Describir un cambio también pasa por el mismo filtro, es decir, cambio a lo que quiero mantener, hacer o iniciar y no a lo que quiero eliminar. Y esta visión se basa en el respeto a uno/a mismo/a y a la idea de aceptarnos y apreciarnos como somos y no como "queremos ser" (definición que muchas veces no es propia y nos viene definida por las expectativas del exterior).
El problema que puede acarrear definir tus objetivos o cambios a través de la necesidad de omitir ciertas cosas, es que suele asociarse al autocastigo, es decir al reproche. Si nos definimos a través de aquello de lo que nos queremos alejar, será fácil entrar en el reproche cuando no lo consigamos. Por el contrario definirnos por los objetivos que deseamos logar, nos permitirá tener una medida para reforzarnos o aprender cuando no llegamos. ¿Ves la diferencia?
Te invito a hacer un experimento. Aprovechando que está recién empezado el año, si has hecho una lista de propósitos para este año, te invito a revisarla. Quizás has escrito algún propósito en términos del tipo "no hacer" o "dejar de hacer". Prueba a escribirlos en positivo, por ejemplo, si te has propuesto dejar de fumar, podrías escribir una alternativa del tipo "incorporar hábitos saludables" o "llevar una vida más saludable y respetuosa con mi cuerpo y mi mente" o "empezar a ser una persona no fumadora", por ejemplo. Revísalos uno a uno e intenta cambiarlos, a ver qué pasa. Si te apetece, en unas semanas nos cuentas el resultado.
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