27 de diciembre de 2011

Los sueños del 2012

Las semanas entre nochebuena y la noche de reyes son propicias para hacer balance del año que va llegando a su fin y soñar, ilusionarnos y plantearnos metas y proyectos para el año que está a punto de llegar.

Cuando hago el balance del año me gusta centrarme en lo que he aprendido, las personas y lugares que he descubierto y todo aquello por lo que estoy agradecida.

Sobre los sueños, ilusiones y planes tengo que reconocer que es algo que cada día lo tengo más incorporado a mi día a día, aunque también sé que es útil hacer un ejercicio más formal de vez en cuando. Yo he comenzado esta semana a dedicarle tiempo y voy a compartir unas recomendaciones para quien se anime a fijarse unas metas u objetivos para el 2012.

1- Escribir (y esto importante, no quedarnos en imaginarlo) todo lo que quiero ser, hacer y tener. No tengamos miedo ni pudor. Sólo lo vamos a leer nosotr@s. Sólo este paso, el de escribir nuestras metas es más poderoso de lo que nos creemos a priori.

2- Dejar pasar 24 horas y tras ese tiempo, volver a leer el listado y preguntarnos con cada deseo ¿Por qué lo quiero? ¿Por qué es un objetivo importante para mi? Si no sabemos responder a estas preguntas, no pasa nada. Haremos una marca o señal sobre los deseos que no tienen respuesta porque quizá dentro de un tiempo si lo tengan. No hay que borrarlos ni desecharlos.

3- Es importante encontrar el equilibrio y por tanto que ese listado haya “deseos” que impacten en todas las áreas de nuestra vida. (Salud, Amor, Trabajo o carrera profesional, Finanzas, Familia, Vida Social…..)

4- Clasificar las metas en tres grandes bloques:

· Metas a largo plazo o de largo alcance. Aquellas que nos dirigen o guían el camino. Aquellas que dan sentido al día a día y que nos alientan a seguir y evitan la frustración cuando nos encontramos con un obstáculo o un revés.

· Metas diarias. Nos van a permitir ver los avances cada día y así retroalimentarnos y seguir motivad@s.

· Metas específicas. Quizá algunas no puedan serlo, pero si la gran mayoría.

5- Hacerse 5 preguntas con cada meta.

· ¿Es esta mi meta?

· ¿Es ecológica para el resto de personas que intervienen en ella?

· ¿Me acerca o me aleja de los objetivos importantes de mi vida?

· ¿Puedo comprometerme emocionalmente con la meta?

· ¿Puedo alcanzar esta meta?

6- Elegir 4 metas y trabajarlas a diario. Son los actos diarios los que nos encaminarán a la meta. Sin acción nos quedamos en un bonito ejercicio de planificación o de visualización. Es importante y satisfactorio dar pasos concretos, por pequeños que parezcan.

7- Revisar todas las metas al menos una vez al mes. Así nos mantenemos conectados y en sintonía. Se trata de encontrar la alineación entre lo que hacemos cada día con lo que son nuestras metas más a largo plazo, con lo que realmente queremos.

Espero que estas recomendaciones os resulten útiles y las pongáis en práctica y aprovecho para desear un año 2012 llenos de sueños cumplidos.

21 de diciembre de 2011

El mejor regalo del mundo

Todos los años por estas fechas, el centro del pueblo se llena de familias, parejas, personas que van a buscar algún regalo bonito, especial, único para otra persona, también especial y única.

Arnold piensa sentado frente a la ventana de su habitación cual sería para él ese regalo único, especial, bonito. Cierra los ojos y recrea todo tipo de imágenes en su mente: los viajes que ha hecho cada verano con su familia, las risas y bromas entres su madre, su padre y él cuando decoran el árbol de navidad, las meriendas diarias, el día que se mudaron a aquella casa y sin muebles aún, tendieron una manta en el suelo del salón e hicieron un pic-nic en casa como su primera comida,...recuerdo a recuerdo, Arnold entra en un estado de paz y tranquilidad tal, que se queda medio dormido y entonces sueña......

Sueña que comparte todos esos recuerdos con las personas que más quiere en este mundo.

Sueña que todas las personas que buscan regalos en el centro, sienten el mismo calor y la misma paz que ha sentido él.

Sueña que cada imagen que ha recordado se hace realidad por un instante de nuevo.

Sueña que su vida es y será así de maravillosa y que siempre podrá compartirla con las personas que más quiere en este mundo.

Cuando despierta sabe exactamente cual es el mejor regalo que puede hacer a sus padres. Va corriendo al desván y recupera una antigua grabadora de casetes y encuentra una cinta nueva, sin abrir, justo a lado. Parece que le ha estado esperando todo este tiempo. Los coge y cuando se dirige escaleras abajo a toda prisa, recapacita un momento y entonces piensa que el desván es un buen sitio para preparar su regalo. Busca un rincón silencioso y soleado y se acomoda. Empezará a grabar, recuerdo a recuerdo, el relato de su vida, de las imágenes, de las risas y de cada momento que ha pasado antes por su cabeza y que le ha sumergido en esa sensación de paz, de confort y de amor. Tiene aún tres días para prepararlo y sabe que este será el mejor regalo del mundo.

14 de diciembre de 2011

¿Qué necesitas?


He leído en los últimos días “Un ataque de lucidez” de Jill B. Taylor (neuroanatomista). El libro es recomendable por muchos motivos, pero a mi me sirve hoy para reflexionar sobre nuestra capacidad para detectar lo que necesitamos y pedirlo si es preciso.
La autora describe en el libro, de una forma maravillosa por cierto, cómo se transformó su vida (y su conciencia) tras sufrir un ictus hemorrágico en el hemisferio cerebral izquierdo. Podemos, a través de su experiencia y descripciones, comprender mucho mejor cómo funciona cada uno de nuestros hemisferios, las conexiones entre ellos y cómo puede variar nuestra percepción de la vida, de la realidad si uno de ellos (en este caso el izquierdo) no funciona con normalidad.
En su caso, tras perder parte de las funcionalidades del hemisferio izquierdo, precisaba que las personas de su entorno (personal médico, familiares y amigos) tuvieran presente que ella necesitaba, entre otras cosas:
  1. Que la gente me tratara como si me fuera a recuperar por completo.
  2. Que la gente que me rodeaba creyera en la plasticidad de mi cerebro y en su capacidad de crecer, aprender y recuperarse.
  3. Mi cerebro necesitaba estar protegido y aislado de la estimulación sensorial molesta, que se percibe como ruido.
  4. Reconocer el poder curativo del sueño.
  5. Que la gente me quisiera, no por la persona que yo había sido, sino por la persona en la que podía convertirme.
  6. Que los que me rodeaban me animaran. Saber que todavía valía algo. Tener sueños en los que avanzar.
  7. Poner a prueba mis sistemas cerebrales.
  8. Preguntas de múltiples opciones.
  9. Definir mis prioridades para recuperar lo que más me interesaba y no malgastar energía en otras cosas.
  10. Centrarme en mi capacidad y no en mi incapacidad.
  11. Que la gente celebrara los triunfos que lograba cada día, porque mis éxitos, por pequeños que fueran, me inspiraban.
  12. Aceptar el apoyo, el amor y la ayuda de otros.
  13. No ponerme trabas a mí misma durante el proceso de recuperación.
  14. Descomponer cada tarea en pasos o actos más pequeños y simples.
  15. Que todos asumieran que no sabía nada y necesitaba reaprenderlo todo desde el principio.
  16. Que me enseñaran con paciencia
  17. Que la gente se me acercara y no tuviera miedo de mí.
  18. Que mis visitantes me aportaran energía positiva
Mucho de lo escrito en esta lista…. ¿no las necesitamos todos y todas? ¿Seríamos capaces de hacer una lista similar con las cosas que necesitamos de las personas que nos rodean? ¿Qué efecto podría tener en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean?
PD. Jill B. Taylor ha contado su experiencia, además de en el libro, en múltiples conferencias, así que os enlazamos sus vídeos también




9 de diciembre de 2011

El camino del cole a casa

Arnold, un niño de 7 años, volvía a casa desde la escuela andando. Lo hacía así desde el inicio del curso, sus padres le habían enseñado a prestar atención a todas y cada una de las cosas que sucedían en la calle y así él aprendió cuando podía y cuando no podía cruzar las calles, por dónde debía hacerlo, con quién podía y con quién no podía hablar, etc.

Además su casa estaba a 7 minutos del colegio.

Arnold se sentía mayor. Ninguno de sus compañeros del cole, volvía a casa andando él solo.

-“Pobre niño, sus padres no se ocupan de él. ¡Mírale como anda solo hasta casa!” Dijo la señora Peterson, sujetando a su hijo David fuertemente por el hombro.

-“¡Es una vergüenza!”- dijo la señora O’Connor “estos padres son de lo más irresponsables, seguro que se olvidan de que el pequeño existe.”

Arnold escuchaba estos comentarios diariamente. Los empezó a escuchar a las pocas semanas de haber empezado el curso.

Dobló la esquina, y en el número 7 estaba su casa. Abrió la puerta con la llave enlazada en un cordón azul que llevaba al cuello y que su madre le colgaba cada mañana al vestirle.

-“¡Hola mamá! ¡Hola papá!”- saludó Arnold.

-“¡Hola cariño! ¿Qué tal ha ido el día en el cole?”

Se sentaron los tres a merendar en la cocina y a charlar sobre cómo había ido el día, tal y como hacían siempre.