“En la comunicación, la verdadera sabiduría es entrar en contacto con el otro a partir de un espacio de respeto hacia uno mismo/a”
24 de enero de 2012
¿Te atreves?
19 de enero de 2012
Las capas de la cebolla
Leila, su esposa, se sentó a su lado y le preguntó por qué parecía distraído y algo abatido.
“Es algo extraño” – respondió –“me siento como una cebolla ahora mismo”.
“¿Cómo una cebolla?” preguntó Leila.
“Si, exacto. Como una cebolla”. Continuó Paul. “En el centro, muy en el centro sé que las capas son blanquísimas, suaves, perfumadas. Es decir, sé que soy una persona feliz, que sabe disfrutar de la vida y que habitualmente lo hace. Sé que cuando algo no funciona, no me gusta quedarme esperando a que se arregle, sino que hago algo para que la situación cambie y mejore. Luego, hay unas capas encima que son algo más gruesas, más burdas. Son como las obligaciones que no adquiero porque yo quiero, sino que las adquiero por compromisos, aprendizajes, creencias,....ya sabes, esas cosas que no disfrutas tanto haciendo y sin embargo, si dejas de hacerlas, te sientes mal y abatido.”
“Si, lo entiendo perfectamente. A veces yo también encuentro esas capas en mi interior”. Comentó Leila.
“Si continúo hacia fuera, -dijo Paul- me voy encontrando con un montón de preocupaciones, quejas, sentimientos de culpa. Habitualmente mi cebolla está invertida, es decir, estas capas se encuentran ocultas y no las veo. La verdad no me gusta mucho verlas, así que no les suelo prestar atención cuando están escondidas en el interior. Sin embargo, hoy ha pasado algo que ha invertido a la cebolla. Así que aunque sé que soy un hombre feliz, hoy me siento pesado y abatido.”
“Vale, pues hagamos algo que vuelva a invertir tu cebolla. ¿Te apetece?” comenta Leila.
“Bueeeeno...si, ¿por qué no?” Responde Paul algo dubitativo.
“Mmmmmmm.........déjame pensar.” –Leila abre las puertas que dan al jardín, de par en par, que está tapizado de florecillas pequeñas, mezcladas con el césped y sale corriendo – “¡Te reto! Una carrera hasta el pinar.”
Paul se levanta de inmediato, sin pensar y sale corriendo tras de ella. Desde hace más de 15 años que se conocen y que hacen esa misma carrera. Son solamente 800 metros, que disfrutan corriendo, riendo y al llegar se tumban en la sombra y se hacen cosquillas.
¿Tienes tu algún remedio para invertir las capas de tu cebolla cuando te hace falta? ¿Crees que siempre debemos invertirla para sentirnos bien? ¿Conocer las capas que nos hacen sentirnos tristes o abatid@s nos puede ayudar? ¿Merece la pena tener la cebolla en un sentido? ¿Para ti, en cuál?
11 de enero de 2012
La rosa y el sapo
Hoy he tenido la oportunidad de comprobar que hay muchas personas que me apoyan, en muchos más momentos de los que me doy cuenta a simple vista.
En muchas ocasiones no apreciamos, no valoramos que gran parte de nuestro valor, de nuestro éxito, de nuestros logros se deben a lo que recibimos de los demás.
Me regalaron estas navidades un libro llamado “Cuentos con alma” (gracias) y rescato de ahí este cuento que me viene que ni pintado.
La rosa y el sapo
Había una vez una rosa roja muy bella; se sentía de maravilla por saber que era la rosa más bella del jardín.
Un día comprendió que la gente la miraba sólo de lejos y no se acercaba a ella.
Se dio cuenta que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca.
Indignada ante lo descubierto, le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo, muy obediente, dijo:
- Está bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.
Le dijo entonces:
- ¿Qué te pasó?
La rosa contestó:
- Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.
El sapo sólo contestó:
- Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.
Autor desconocido.
¿Valoramos lo que recibimos de las personas que nos rodean?
¿Somos conscientes de todo el valor que nos aportan?
¿Nos damos cuenta que sin esas personas nosotr@s no seríamos quienes somos?
3 de enero de 2012
“Podemos elegir la clase de día que queremos pasar”. (Fish!)
Sin embargo, en ocasiones, después de haber elegido la actitud con la que afrontaré el día, salgo a la calle y ¡zas! Me topo con una realidad: la actitud que ha elegido el vecino, la vecina, el resto de personas con las que convivo en esta ciudad ¡no es la misma!
Tampoco quiero decir que esta deba o no deba ser la actitud diaria de todo el mundo, puesto que cada cual elige. Lo que si creo que debemos asumir es que cada elección supone unas consecuencias determinadas y si elegimos lo primero, en cierta forma también estamos eligiendo lo segundo, las consecuencias. Así que lo que no vale es elegir contagiar el ladrido y el ceño fruncido para luego quejarme de lo poco amables que son “los demás”, que fíjate como fruncen el ceño y como gritan y ladran en lugar de hablar.
¿Qué día quieres tener hoy? ¿Qué te apetece contagiar? ¿Qué quieres recibir?