28 de noviembre de 2012

¿Quieres una sonrisa? Sonríe


Aprendimos cuando éramos jóvenes (bueno…más jóvenes) que la naturaleza tiene su propio ciclo. Que proteger una especie animal o vegetal supone mantener el ecosistema. Que todas y cada una de las partes de la naturaleza dependen y al mismo tiempo influyen en el resto. El animal más pequeñito o insignificante podía ser igual de importante que el más fuerte de la selva.

Cada pieza de este puzzle cumple su función y todos y cada uno de nosotros/as también. Lo que hagamos influirá en nuestro entorno y lo que suceda en nuestro entorno nos influirá a nosotros. ¿entonces?

Os dejo un cuento hindú que puede ayudarnos a reflexionar sobre ello:

Un peregrino le preguntó al Ganges:
- Río, si tú purificas a los hombres, tus aguas debes de estar llena de pecados.
- No, yo las hago desembocar en el océano.
Fue entonces al océano y le preguntó:
- Océano, si tú recibes al agua del Ganges, debes de estar lleno de pecados.
- No, esa agua hago que se evapore hacia las nubes.
Fue entonces a las nubes y les preguntó:
- Nubes, si vosotras recibís el agua del océano, debéis estar llena de pecados.
- No, nosotras devolvemos el agua a los hombres en forma de lluvia

¿Sentimos que nosotr@s somos también parte de ese todo?

¿Somos conscientes de que lo que damos al mundo es lo que vamos a recibir?

¿Sentimos que nuestros actos, los de nuestro entorno, los de nuestras empresas u organizaciones dependen y al mismo tiempo influyen en nuestra sociedad?

¿Qué estoy haciendo para mejorar mi entorno? ¿Y qué hago o dejo de hacer que puede estar perjudicándolo?

Cuando aprendemos que recibimos lo que damos, llega el momento en el que el día que quieres ver o recibir una sonrisa, sabes que sólo tienes que sonreír. Es fácil no??

21 de noviembre de 2012

¿Esto es lo que yo necesito o lo que tu necesitas?

Cuando pienso "hago esto por tu bienestar y para que te sientas bien" ¿qué es lo que realmente quiero decir?

Lo hago porque sé que es lo que tu necesitas. 

Lo hago porque creo que es lo que puedes necesitar. 

Lo hago para que veas lo buena persona que soy y me quieras un poquito más. 

Algunas veces, descubrimos que nuestros supuestos actos de entrega no lo son tanto en realidad. Encontramos que el bombón que regalamos es en realidad un bumerán que vuelve a nosotr@s. Que si un bombón parece lo más apetecible no siempre es lo que la otra persona necesita. 

¿Somos altruistas entonces? 

Si lo somos, aunque no siempre lo que hacemos por "l@s demás" es realmente para ell@s y por lo tanto esos actos no son altruistas. 

¿Cómo puedo averiguarlo? 

Escuchándote, conociéndote, acercándote sin prejuicios a las personas y conociéndolas,  aprendiendo a leer sus necesidades reales y las tuyas propias.  Yo me descubro cada día aprendiendo de mi entorno y conmoviéndome por sus respuestas. Encontrando que algunas veces podemos ofrecer más de nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestra entrega sin que sea premeditado o con un objetivo concreto y descubriendo que eso es lo que la otra persona necesitaba ahora mismo. 

Nos automatizamos en nuestras respuestas y generamos hábitos relacionales desde los que repetimos las mismas pautas sin preguntarnos si es así como yo quiero y como las otras personas quieren relacionarse ahora mismo. Estar presentes en cada momento nos ayuda a estar abiertos y abiertas a lo que pueda pasar y por lo tanto a lo que podemos necesitar en cada momento, sin planificar, sin generar expectativas, simplemente estando abiertos y abiertas a lo que sucede. Entonces si podemos hablar de actos de entrega, de altruismo y de amor incondicional. 

¿Te apetece probar por hoy? Sal y no esperes nada. No esperes que te pidan algo concreto, dar algo determinado y no esperes recibir algo a cambio, sal y escucha, sal y recibe las señales en forma de palabras, gestos, miradas, sonrisas o ceños fruncidos y recíbelos sin pasarlos por ningún filtro, nada es bueno o malo, positivo o negativo, mejor o peor per se. Simplemente es lo que es y tu estas ahí para vivirlo. 

14 de noviembre de 2012

¿Romper con el pasado o el pasado siempre vuelve?


Dicen que los cambios son posibles cuando, en la balanza, muchas veces inconsciente, pesa más el futuro que el pasado. Dicho de otro modo, es más importante para ti lo que quieres lograr con ese cambio que lo que puedas perder.

Resulta casi inevitable, en la gran mayoría de los cambios, perder o renunciar a algo. Y muy probablemente, hasta que no realicemos el cambio de manera real, no seamos conscientes de todo a lo que tendremos que renunciar.

Recuerdo que cuando tomé la decisión de dejar un empleo estable, con una remuneración que me permitía vivir con holgura y unos compañeros y compañeras que en muchos casos se habían transformado en amig@s, sabía con claridad que a lo que más me costaría renunciar sería a las personas. En realidad, era lo único que tenía importancia en ese momento.

Afrontas el cambio con ilusión (y con cierto miedo e incertidumbre, claro está), pero también con cierta pena. En realidad es un proceso de duelo complicado de comprender pues has elegido tú renunciar a lo que también te proporcionaba bienestar.

En aquel momento no sabía con certeza cual sería mi futuro profesional, aunque un tiempo de reflexión y formación me ayudó a tomar la decisión de crear Kaiden, junto a Beatriz Holguín, donde he conseguido crecer personal y profesionalmente.

Con el paso del tiempo, sin casi pretenderlo, algunas de esas personas a las que sabía que echaría de menos, han ido incorporándose de nuevo en mi vida profesional.

Y por eso me planteo si realmente se rompe con el pasado o éste vuelve en forma de presente. Regresa envuelto de nuevos proyectos, ilusiones, formas y maneras. Regresa porque ese pasado estaba basado en relaciones honestas y reales. Regresa porque sembramos y regamos unas semillas que, aún habiendo pasado más de 4 años, quieren germinar y florecer.

Y esto me recuerda a la flor del loto, que dicen pueden estar las semillas sin florecer más de 30 años en el fondo de cualquier pantano o el bambú que durante los primeros 7 años no asoma por la superficie, al estar fortaleciendo sus raíces y en el octavo año crece y crece sin parar. Bueno…en realidad, está sin parar de crecer desde el primer minuto, aunque no lo veamos desde fuera.

¿No es el pasado lo que hemos sembrado? ¿No somos fruto, en gran parte, de lo fuimos? ¿Somos conscientes que ahora, en el presente, también estamos abonando el futuro? ¿Qué quieres que suceda mañana? Quizá es el momento de sembrar hoy.

7 de noviembre de 2012

¿Cuántas patatas llevas en tu bolsa?

"Una de mis profesoras nos hizo llevar una bolsa de plástico transparente y una bolsa de patatas. Por cada persona que nos rehusábamos a perdonar, debíamos elegir una patata, escribir en ella el nombre y fecha y ponerla en la bolsa de plástico. 
Algunas de nuestras bolsas, como podrán imaginar, eran bastante pesadas. 
Nos dijeron que lleváramos con nosotros a todos lados esta bolsa durante una semana, poniéndola al lado de nuestra cama de noche, en el asiento del coche y al lado del escritorio en el trabajo. 
La molestia de cargar esto con nosotros nos mostraba claramente el peso espiritual que llevábamos; teníamos que prestarle atención todo el tiempo para no olvidarla y llevarla en lugares donde resultaba embarazosa. 
Naturalmente, la condición de las patatas se deterioraba empezando a dar un hediondo olor." (Fragmento de un relato encontrado en Internet y del que no aparece la referencia de su autor/a). 

Visto así, parece absurdo: tener que cargar con resentimientos, en forma de patatas que además pueden ser vistas por todo el mundo, debiéndonos de esforzar por no olvidarnos de ellas y según avanza el tiempo se pudren y huelen mal. 

Sin embargo ¿cuantas cosas recuerdas y te producen una "mala sensación"? ¿cuantos de esos recuerdos generan otros sentimientos? ¿cuanto de esos sentimientos tienen que ver con otras personas y cuantos contigo misma/o? ¿cuantas veces  perdonas o pides perdón a las personas que, simplemente te "han decepcionado" o a las que has podido "decepcionar"? ¿Te perdonas a ti misma o a ti mismo cuando te "auto-defraudas"? 

Es verdad que sentir decepción suele ir precedido por una determinada expectativa y que si conseguimos no generar demasiadas expectativas sobre otras personas, sobre situaciones o sobre mi misma/o, resultará más difícil sentirnos descepcionad@s, aunque también es verdad que para muchas personas esa situación es más bien un ideal u objetivo al que aún no hemos llegado. 

¿Cuántas patatas llevas cargando en tu bolsa en las últimas semanas o meses? ¿Cuántas quieres seguir cargando aún? ¿Cuántas patatas ya empiezan a oler?