31 de diciembre de 2010

Voluntad para el nuevo año


Allá por el principio de la década de los noventa, mis amigos del barrio y yo instauramos una tradición que hemos mantenido más o menos fiel en el tiempo: La de vernos y tomarnos algo todos juntos la tarde del día 24 y la tarde del día 31.
Lo que empezó con una botella de sidra y unas patatas en el parque de Maldonado, se fue transformando en irnos de cañas por los bares que iban permaneciendo abiertos.
Todos tenemos costumbres compartidas de este tipo, ya sea con amigos, con familiares o con nuestra pareja.
El poder de las tradiciones se basa en el recuerdo compartido de un grupo social, cohesiona la unión entre los individuos y afianza los recuerdos comunes. Tu ego se desplaza y se comparte, por lo tanto se reafirma.
Mantener determinadas costumbres y hábitos refuerzan nuestra sensación de identidad individual. Es decir, nuestro ego. Necesitamos sentir que hay una parte de nosotros que no varía, que se mantiene constante. Necesitamos sentir que pertenecemos a algún sitio y que eso es así a pesar del paso de los años, de las experiencias vividas, de los lazos rotos, de los nuevos lazos creados, de los viajes hechos, de los kilos de más cogidos, del pelo que se ha caído, de los vestidos que ya no te pones… de los sueños que ya cumpliste… de los sueños a los que renunciaste.
Leí una vez que alguien definía al ser humano como una suma de recuerdos y tradiciones compartidas.
No estoy de acuerdo con esa definición, tal vez eso pueda definir nuestro ego pero nuestro ego no conforma totalmente nuestra identidad. Hay muchas de las cosas de las que no nos acordamos que tal vez nos definan mejor que otros recuerdos, probablemente distorsionados y manipulados por esa tendencia casi poética que tiene nuestra mente de transformar los acontecimientos, de quedarnos con determinados detalles, ignorando otros.
Nuestros recuerdos se van modificando a fuerza de ir poniéndose en común, hasta tal punto que una anécdota contada mil veces a alguien, puede hacer que esa persona piense que estuvo allí, que vivió aquello aunque no fuera así (¿no os ha pasado alguna vez?)
Entonces si no nos podemos fiar del todo de nuestros recuerdos… ¿qué nos queda para afirmarnos? ¿Qué es lo que define nuestra identidad?
Nos queda la voluntad.
La voluntad es lo único que verdaderamente nos pertenece. Es algo que nadie podrá arrebatarte. Es la esencia de tu identidad y la caja de resonancia de todos tus planes y proyectos.
Ahora que termina el año, es hora de mirar hacia delante, de proyectarnos a futuro sabiendo que todas las posibilidades están ahí, que da igual como hayan salido las cosas hasta ahora… eso ya no importa… sólo son recuerdos que tal vez ni siguiera nos pertenezcan del todo.
Te propongo que escribas en un papel todos aquellos proyectos, planes y objetivos que con un poquito de voluntad podrías conseguir.
El presente y el futuro pertenecen al reino de tu voluntad… no te dejes a ti mismo decirte lo contrario.
PD: Feliz 2011 a todos. Espero que sigáis compartiendo con nosotros este pequeño espacio para la reflexión. Un fuerte abrazo

13 de diciembre de 2010

Lenguaje, realidad y comunicación (I)


Te propongo que hagas un ejercicio, si tienes tiempo y te apetece.
Observa a una persona cercana a ti a quien consideres una persona feliz o satisfecha consigo misma. Observa cómo se comunica, el tipo de expresiones que utiliza, que adjetivos usa… observa cómo recibe y como devuelve la información a su entorno.
Después observa a otra persona a quien consideres pesimista o poco vital y repite el mismo ejercicio.

A veces se nos pasa por alto la importancia del lenguaje.
¿Qué es la realidad? ¿Acaso la realidad no es lo que percibimos con nuestros sentidos? ¿Podemos distinguir entre percibir la realidad y la realidad misma?
Todas estas preguntas que son tan viejas como la civilización, existen porque existe el lenguaje.
Hay una hipótesis avalada por diversos historiadores que establece que el lenguaje empezó a desarrollarse desde sus formas más simples (por este orden: exclamaciones intencionales, órdenes y sustantivos) hasta sus formas más complejas (formas complejas de simbolismo verbal, conceptos abstractos más allá de lo material). Es decir y dicho con otras palabras el pensamiento lingüístico evolucionó hasta trascender el mundo material, creando así una nueva realidad.
Pongamos un ejemplo: no podemos percibir con nuestros sentidos la esperanza, la culpabilidad o la motivación, pero eso no quiere decir que no existan, que no formen parte de la realidad.
Así que el lenguaje no es sólo el vehículo comunicativo de nuestro pensamiento, es, en gran parte, nuestro pensamiento mismo. Y nuestro pensamiento codifica y conforma nuestra realidad.
Por lo tanto y siguiendo con este razonamiento, el lenguaje es, en gran medida, la realidad.
“El niño se acercó a su maestro y le dijo: Maestro, hoy me siento triste. El maestro le contestó, ¿y eso es bueno o malo? Malo, porque nadie quiere estar triste (le dijo el niño). ¿Y cómo te gustaría estar (le dijo el maestro). Pues alegre (le dijo el niño). Pues a partir de ahora a la tristeza la llamarás alegría (le dijo el maestro al niño). Así lo haré maestro.
Al cabo de unos días el maestro se encontró con el niño y le preguntó ¿Cómo estas hoy? Maestro hoy me siento alegre (le contestó el niño) ¿Y eso es bueno o malo? (le preguntó el maestro). Bueno, porque todo el mundo quiere estar alegre.”

30 de noviembre de 2010

Procrastinación

El refranero popular español es muy rico en frases y conceptos que la psicología termina haciendo suyos. Por supuesto definiéndolos y poniéndolos bonitos, dándoles un envoltorio psicológico y conductual.
Seguro que os suena esto: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Es una frase de esas que repiten mucho las abuelas, aunque no tengan estudios. Pues bien a esa frase, a ese concepto, ha llegado alguien y le ha puesto un nombre feísimo, casi un trabalenguas: Procrastinación.
Procrastinar según la rae: Diferir, aplazar.
A partir de aquí y utilizando este palabro tan terrible se ha elaborado todo un fenómeno en internet.
Procrastinar es poco más o menos el trastorno conductual de moda y viene a definirse como un déficit atencional que provoca, entre otras cosas, el aplazamiento de la realización de tareas importantes o la dificultad para mantener la atención en una sola tarea.
El procrastinador posterga y aplaza sistemáticamente aquellas cosas verdaderamente importantes (las obligaciones) y las sustituye por otras mucho menos importantes, pero más placenteras o quizás menos exigentes.
Todos en mayor o menor medida hemos sufrido este fenómeno (que levanten la mano aquellos que estudiaban la noche antes del examen de turno… vale ya puedes bajarla).
Con internet y sus múltiples y diversos distractores, este fenómeno se ha multiplicado exponencialmente ya que las excusas para posponer de manera indefinida nuestras obligaciones se han vuelto prácticamente infinitas.
¿Qué hacer si uno se reconoce a sí mismo dentro de esta tipología conductual?
Apagar el ordenador si no lo estás utilizando, dejar de consultar el correo electrónico cada 15 minutos (ayuda no tener abierto el Outlook). Centrarte en lo que estás haciendo y si te acuerdas de que tienes que enviar un e-mail o escribir un post en facebook, apuntártelo en un post-it y hacerlo cuando acabes tu tarea.
Pero sobre todo y fundamentalmente cambiar tus hábitos conductuales. Si te pasas el día cambiando tu foco atencional de un sitio a otro (subiendo fotos, contestando e-mails, charlando por el messenger mientras lees el marca y reservas por internet una entrada para el teatro...), no esperes que tu voluntad te acompañe cuando necesites concentrarte en algo. Las cosas no funcionan así.
Internet es maravilloso, nos ha abierto un auténtico mundo de posibilidades, pero también tiene sus riesgos y éste es uno de ellos. Hay tantas posibilidades, que nuestra atención sobrevuela por demasiados sitios sin llegar a posarse en ninguno.
¿Eres un procrastinador? Si es así, no pasa nada, formas parte de un club cada vez más grande. Tan solo me gustaría que te hiceras unas preguntas.
¿Qué consecuencias crees que estos hábitos tienen en tu vida?
¿Qué cosas puedes hacer para cambiarlo?
¿Cuándo vas a hacerlas?
¿Cómo vas a recompensarte si vas consiguiendo tus objetivos?
Lo sé, superarse a sí mismo no es fácil; y además, si así fuera ¿donde estaría la gracia?

21 de noviembre de 2010

Momentos

Piensa en algún momento en el que hayas sido feliz en tu vida… (alguien me hizo a mí y a otras personas esta petición hace un par de días).
A cada uno de nosotros le dará por pensar en algo. A algunos les dará por pensar en momentos puntuales, señalados; aquellos momentos que ritual y socialmente definen nuestra existencia (el nacimiento de un hijo, la boda…)
A otros les dará por pensar en aquellas situaciones que supusieron una victoria, vencerse a ellos mismos, superarse (el día que aprobé la carrera, el día que me saqué el carnet de conducir)
A otros les dará por el embelesamiento emocional fruto de una satisfacción interna inexplicable (una tarde en el parque viendo como cae el sol y se divierte jugando con colores inéditos, aquella mañana en la playa rodeado de azul, sol y tranquilidad…)
A otros les dará por recordar momentos en donde sencillamente dejaron de ser ellos mismos, en donde su identidad se detuvo en el reflejo del tiempo, en unos ojos, en una voz, en unos abrazos (aquel día cuando salimos del cine y te cogí por la cintura; aquella tarde rodeado de mis amigos y de unas cañas y de unas risas y de la promesa de que siempre seríamos jóvenes…)
Cada uno podría definir su identidad, su verdadero ser, su “para qué” escribiendo sus momentos de felicidad, de verdadera felicidad, aquellos que te gustaría repetir una y otra vez.
¿Has pensado en esos momentos?
Te propongo que lo hagas.
Yo ya lo estoy haciendo.

15 de noviembre de 2010

Tardes de domingo


Tal vez se pudiera establecer como un principio universal (o más bien occidental), la sensación de tristeza o “bajón” que parecen teñir los ventanales y las retinas de muchas personas los domingos por la tarde. Este fenómeno es tan generalizado que hasta se ha acuñado la expresión “síndrome de domingo”.
No voy a centrarme en las causas de este fenómeno, seguro que ya hay estudios (y supongo que también algún libro publicado) en donde se pormenorice el porqué de este fenómeno.
Entre esas causas, supongo que se encontrarán la proximidad del lunes, la ausencia de cosas que hacer, etc. Pero, en este caso, me interesan mucho menos las causas que los efectos.
Hace unos años tuve una conversación con un amigo, en la cual elucubrábamos (sin datos estadísticos ni rigurosos estudios autoproféticos de por medio) sobre la cantidad de parejas que se formaban para evitar el síndrome de domingo. Es decir, de la cantidad de cosas que hacemos y de las que probablemente no estemos convencidos, única y exclusivamente, para evitar la soledad y el diálogo con nosotros mismos.
¿Por qué nos cuesta tanto estar solos?
¿Y si en vez de establecer planes para huir de la soledad, establecemos planes y acciones para acercarnos a algo?
¿Qué tal si aprovechamos los domingos para hacer esas cosas que no hacemos entre semana?
Te invito a que hagas una lista de esas cosas y que el próximo domingo que no tengas plan, hagas al menos una de ellas…
A que parece fácil.
Ya sabes que no lo es.

10 de noviembre de 2010

¿Hay vida antes de la muerte?

Lo sé, no me he equivocado. La pregunta está bien formulada. ¿Hay vida antes de la muerte?

Hace tiempo que observo que muchas personas viven esperando un tiempo mejor, esperando a que lleguen las vacaciones, el fin de semana, el final de la crisis, que los hijos crezcan o que llegue la ansiada jubilación, para hacer aquellas cosas que realmente les gustaría o para realizar aquel viaje que siempre soñó o para estudiar aquella materia que no tenía ningún futuro pero que en cambio le apasiona.

Cuando tienes la ocasión de compartir y charlar con alguien de esos planes postergados y observas atentamente su mirada, notas cómo se le iluminan los ojos y el rostro, cómo les cambia el tono de voz, cómo se sienten vivos sólo con imaginarlo.

¿Por qué lo dejamos para mañana?

A veces me pregunto si esos planes eternamente postergados no nos sirven de excusa para seguir igual, para no cambiar, para seguir moviéndonos en nuestro espacio de comodidad y como no…para seguir quejándonos.

Quizá también nos sirvan para tener una ilusión en el horizonte que nos alimente y nos permita ir a dormir con la impresión de que vendrán tiempos mejores o que en algún momento, en el futuro, cumpliremos nuestro sueño.

La única pega es que las metas, los objetivos, los sueños, sin acción, son difícilmente posibles o realizables y además, pueden desembocar en frustraciones que poco a poco, nos van minando y alejando de ellos.

Por eso, muchas personas se dan cuenta que el futuro no está garantizado y que sólo existe el presente, cuando en sus vidas aparece una gran golpe, la pérdida de un ser querido o una ruptura sentimental o profesional.

De repente, observan sus vidas y se preguntan hacia donde van, dónde quedaron sus sueños, qué sentido tiene lo que hacen.

Olvidarnos de nuestro día a día con la excusa de que ya podré hacer lo que deseo, lo que quiero o lo que realmente me apasione cuando me jubile o en mis vacaciones es “dimitir” del presente por la promesa de un futuro mejor.

Por eso, considero que es importante detenerse a pensar qué estamos dejando para el futuro y qué podemos comenzar a hacer en el presente. Considerar la posibilidad de ir dando pasos, pequeños, pero pasos, que nos acerquen cada día más a nuestro ideal de vida.

“No es posible asegurar el futuro. Sólo es posible perder el presente” Ivan Klima

4 de noviembre de 2010

Aquí, ahora

El mundo está cambiando a una velocidad nunca antes conocida o pensada.
Cambio, cambio, cambio.
Utilicemos como ejemplo la prensa para ver cómo han cambiado el estado de las cosas en apenas 6 ó 7 años.

La unidad referente de tiempo en la prensa tradicional era un día.
Exactamente el tiempo que tardaba en salir el siguiente ejemplar.
La actualidad era sustituida de 24 en 24 horas.
Este concepto, obviamente, ha quedado obsoleto.

La prensa digital ha transformado la transitoriedad de los acontecimientos. El obligado desapego por lo ya ocurrido es relevado por el exhibicionismo de lo actual, del ahora, del futuro más inmediato.
Internet ha cambiado para siempre la concepción del paso del tiempo.
Si la televisión nos ofreció una ventana al resto del mundo, Internet ha variado el curso de los acontecimientos, del aquí y del ahora.

El aquí: Nuestro ordenador, nuestra terminal de acceso al mundo. Representa la puerta, el acceso a un universo a escala. Cualquier conocimiento es accesible, cualquier lugar es visitable, cualquier cosa que rebose nuestra imaginación está representada en esta nueva cosmovisión cibernética.
Nuestra voz podrá ser oída y nuestros pensamientos compartidos.

Ya no hay mensajes en botellas.
El mar y el cielo ya no dibujan horizontes.
El infinito ya no es un reto.
Todo está a tu alcance.

El ahora: Es un concepto cada vez más indefinible. Cada vez abarca menos.
Mientras escribo esto, una nueva noticia, un nuevo rumor, un nuevo desafío se ha publicado en la red y acapara la atención de esta nueva humanidad interconectada.


El tiempo pasa mucho más deprisa.
Antes las cartas tardaban días en llegar a su destino.
Un e-mail puede tardar apenas un par de segundos.
El cambio es exponencial.
La brusquedad de este viraje tal vez nos pase desapercibida en un primer momento, porque nosotros tampoco paramos; no podemos parar, si lo hiciéramos estaríamos desfasados, anticuados.
La adaptación a este nuevo curso de los acontecimientos debe ser inmediata, para que pueda ser exitosa.

Las nuevas generaciones ni siquiera son conscientes de que otro mundo fue posible.
No son conscientes de que han asistido al nacimiento de una nueva forma de democracia: La universalización instantánea y global del conocimiento.


El donde y el cuando ya no importan.
Todo es aquí y ahora.
El cambio no sólo es inevitable, sino inmediato y continuo.
Ha llegado para quedarse.
La estabilidad de la que disfrutaron nuestros padres, desaparece a la misma velocidad que aumentan los gigas y los teras de los discos duros portátiles.
Llegados a este punto yo me pregunto ¿Estamos preparados para vivir en este permanente proceso de cambio?

25 de octubre de 2010

¿Sabes quién eres?

¿Quién soy yo? Se dice a sí mismo Buddy Fox, desde la terraza del flamante apartamento que acaba de adquirir en pleno centro de Nueva York... curioso que en el momento de mayor éxito, alguien se plantee una pregunta así...

Hace unos días revisité la película Wall Street, dirigida por Oliver Stone. Es una película del año 1987, pero que dadas las circunstancias que han motivado la actual crisis económica mundial, es de una actualidad que asusta (tal vez por ello, acaben de estrenar la segunda parte).
Más allá de hacer una disección en profundidad del largometraje, hubo varios aspectos de la película que me fascinaron, fundamentalmente los dos personajes principales: Gordon Geeko (Michael Douglas) un tiburón financiero sin escrúpulos, sin piedad, sin dudas morales…y el protagonista Buddy Fox (Charlie Sheen) el héroe que descubre cuáles son sus verdaderos valores, cuando es confrontado por las circunstancias.
No voy a haceros un resumen de la película (muy entretenida y muy recomendable), simplemente la menciono porque a raíz de verla me surgieron un montón de preguntas en la cabeza.
Wall Street fue, en su momento, el exponente cinematográfico de lo que, aquí en España, se dio en llamar la cultura del pelotazo… un concepto que como bien hemos visto sigue totalmente vigente.
¿Especulación? ¿Enriquecimiento fácil? Por supuesto, pero creo que hay algo mucho más profundo detrás.
Mientras que en EEUU, el capitalismo de los 80 llegó a un nivel metonímico (lo único importante es el dinero- le decía Gordon a Buddy en un final verdaderamente grandioso), en España no hemos llegado a esa sutilidad conceptual (ni siquiera más de 20 años después) porque aquí lo único que verdaderamente sigue importando a mucha gente es la apariencia.
Aparentar que se tiene, no es lo mismo que tener (los bancos saben mucho de esto).
Y tener no es lo mismo que ser.
Nos hemos equivocado de pé a pá, no nos hemos dado cuenta de casi nada.
Seguimos instalados en el tener.
Seguimos atados a un concepto virtual, como es el dinero, al que le hemos dado una importancia casi sagrada. Vivimos pendientes de él, sin prestar atención a que el dinero, por sí mismo no es nada, más que un valor de cambio otorgado por consenso.
Tal vez esta crisis nos ayude a salir de la rutina, de esa rueda en la que andamos metidos como los hámsters, dando vueltas, y podamos ver la realidad desde lugares diferentes…podamos hacernos preguntas que antes no nos hacíamos.
Quizás preguntas como ¿Qué puedo hacer para conseguir más dinero? o ¿Cómo conseguir un trabajo? Puedan ser sustituidas por ¿En qué soy distinto? ¿Qué puedo aportar a la sociedad? ¿Qué puedo ofrecer a los que me rodean?
No son preguntas mágicas. Las respuestas sólo te servirán a ti, a conocerte mejor y a saber qué camino escoger con mayor probabilidad de éxito.
Quien sabe… probemos suerte… si haciendo lo que veníamos haciendo hasta ahora, no ha dado resultado. Quizás debamos cambiar.

Gordon Geeko (Michael Douglas) con un arcaico teléfono móvil (de los primeros que se hicieron allá por los 80), camina por la playa. Buddy está al otro lado de la línea… Gordon el tiburón de Wall street, el hombre insensible sin escrúpulos, se queda inmóvil, absorto – Qué barbaridad (le dice a Buddy) tendrías que ver esto, está amaneciendo. Nunca he visto un cuadro que capte la belleza del mar en un momento como éste.
Gordon, durante un momento, se dejó llevar por la vida, por lo que hay de verdad en todos nosotros. Tristemente para él, no fue capaz de prolongar demasiado ese momento… tal vez no se hizo las preguntas adecuadas.

No dejemos que a nosotros nos pase lo mismo.

19 de octubre de 2010

Bienvenidos

Hola a todos.
Pretendemos abrir con este espacio un hueco a la reflexión.
No a una reflexión descriptiva y autorreferencial sobre el coaching y la inteligencia emocional… ya hay un montón de blogs que se dedican a esas cosas.
Por supuesto que hablaremos de emociones, de metas, de sueños pero también de otras muchas cosas que forman parte de nuestro día a día; de ese robusto andamiaje de lo cotidiano formado por un montón de pequeñas cosas, que se cuelan como a hurtadillas para desbaratarnos nuestros planes. O por qué no, de ese gran monstruo (llamado crisis) que nos acecha en cada rincón, en cada esquina, a cada momento.
De pequeñas reflexiones en voz alta, nace la empatía y el reconocimiento de que no somos tan diferentes, de que no estamos tan solos. Porque al fin y al cabo lo que te pasa a ti, es muy probable que me haya pasado a mí, o que me pueda pasar en un futuro.
Así que este será un blog donde nos dejemos llevar. Una especie de baúl virtual repleto de películas, canciones, libros, artículos, reflexiones, sensaciones y sobre todo emociones.
Cosas que podamos compartir y llevarnos en la mochila, para poder sacarlas cuando las necesitemos.
Dicho todo esto (ya habrá tiempo para extendernos más)… sed bienvenidos a nuestro blog.
Bienvenidos a los cuadernos de Kaiden.