4 de noviembre de 2010

Aquí, ahora

El mundo está cambiando a una velocidad nunca antes conocida o pensada.
Cambio, cambio, cambio.
Utilicemos como ejemplo la prensa para ver cómo han cambiado el estado de las cosas en apenas 6 ó 7 años.

La unidad referente de tiempo en la prensa tradicional era un día.
Exactamente el tiempo que tardaba en salir el siguiente ejemplar.
La actualidad era sustituida de 24 en 24 horas.
Este concepto, obviamente, ha quedado obsoleto.

La prensa digital ha transformado la transitoriedad de los acontecimientos. El obligado desapego por lo ya ocurrido es relevado por el exhibicionismo de lo actual, del ahora, del futuro más inmediato.
Internet ha cambiado para siempre la concepción del paso del tiempo.
Si la televisión nos ofreció una ventana al resto del mundo, Internet ha variado el curso de los acontecimientos, del aquí y del ahora.

El aquí: Nuestro ordenador, nuestra terminal de acceso al mundo. Representa la puerta, el acceso a un universo a escala. Cualquier conocimiento es accesible, cualquier lugar es visitable, cualquier cosa que rebose nuestra imaginación está representada en esta nueva cosmovisión cibernética.
Nuestra voz podrá ser oída y nuestros pensamientos compartidos.

Ya no hay mensajes en botellas.
El mar y el cielo ya no dibujan horizontes.
El infinito ya no es un reto.
Todo está a tu alcance.

El ahora: Es un concepto cada vez más indefinible. Cada vez abarca menos.
Mientras escribo esto, una nueva noticia, un nuevo rumor, un nuevo desafío se ha publicado en la red y acapara la atención de esta nueva humanidad interconectada.


El tiempo pasa mucho más deprisa.
Antes las cartas tardaban días en llegar a su destino.
Un e-mail puede tardar apenas un par de segundos.
El cambio es exponencial.
La brusquedad de este viraje tal vez nos pase desapercibida en un primer momento, porque nosotros tampoco paramos; no podemos parar, si lo hiciéramos estaríamos desfasados, anticuados.
La adaptación a este nuevo curso de los acontecimientos debe ser inmediata, para que pueda ser exitosa.

Las nuevas generaciones ni siquiera son conscientes de que otro mundo fue posible.
No son conscientes de que han asistido al nacimiento de una nueva forma de democracia: La universalización instantánea y global del conocimiento.


El donde y el cuando ya no importan.
Todo es aquí y ahora.
El cambio no sólo es inevitable, sino inmediato y continuo.
Ha llegado para quedarse.
La estabilidad de la que disfrutaron nuestros padres, desaparece a la misma velocidad que aumentan los gigas y los teras de los discos duros portátiles.
Llegados a este punto yo me pregunto ¿Estamos preparados para vivir en este permanente proceso de cambio?

1 comentario:

  1. Interesante reflexión y aún más la pregunta final. Yo me pregunto si esta inmediatez en la que vivimos no es mal interpretada por muchos de nosotros. Es decir, si hoy día es muy necesario la reflexión, la pausa, e incluso la reivindicación de la paciencia, quizá esta realidad nos haga menos pacientes y reflexivos ,más exigentes y ansiosos, alejándonos de lo que en realidad deseamos. Está claro que tenemos que aprender a integrar y gestionar esta realidad dentro de nuestros objetivos.
    Un saludo y fuerza de voluntad a todos (que es lo mismo que desear auto-suerte). ;o)
    Jaime

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