15 de noviembre de 2010

Tardes de domingo


Tal vez se pudiera establecer como un principio universal (o más bien occidental), la sensación de tristeza o “bajón” que parecen teñir los ventanales y las retinas de muchas personas los domingos por la tarde. Este fenómeno es tan generalizado que hasta se ha acuñado la expresión “síndrome de domingo”.
No voy a centrarme en las causas de este fenómeno, seguro que ya hay estudios (y supongo que también algún libro publicado) en donde se pormenorice el porqué de este fenómeno.
Entre esas causas, supongo que se encontrarán la proximidad del lunes, la ausencia de cosas que hacer, etc. Pero, en este caso, me interesan mucho menos las causas que los efectos.
Hace unos años tuve una conversación con un amigo, en la cual elucubrábamos (sin datos estadísticos ni rigurosos estudios autoproféticos de por medio) sobre la cantidad de parejas que se formaban para evitar el síndrome de domingo. Es decir, de la cantidad de cosas que hacemos y de las que probablemente no estemos convencidos, única y exclusivamente, para evitar la soledad y el diálogo con nosotros mismos.
¿Por qué nos cuesta tanto estar solos?
¿Y si en vez de establecer planes para huir de la soledad, establecemos planes y acciones para acercarnos a algo?
¿Qué tal si aprovechamos los domingos para hacer esas cosas que no hacemos entre semana?
Te invito a que hagas una lista de esas cosas y que el próximo domingo que no tengas plan, hagas al menos una de ellas…
A que parece fácil.
Ya sabes que no lo es.

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