13 de diciembre de 2010

Lenguaje, realidad y comunicación (I)


Te propongo que hagas un ejercicio, si tienes tiempo y te apetece.
Observa a una persona cercana a ti a quien consideres una persona feliz o satisfecha consigo misma. Observa cómo se comunica, el tipo de expresiones que utiliza, que adjetivos usa… observa cómo recibe y como devuelve la información a su entorno.
Después observa a otra persona a quien consideres pesimista o poco vital y repite el mismo ejercicio.

A veces se nos pasa por alto la importancia del lenguaje.
¿Qué es la realidad? ¿Acaso la realidad no es lo que percibimos con nuestros sentidos? ¿Podemos distinguir entre percibir la realidad y la realidad misma?
Todas estas preguntas que son tan viejas como la civilización, existen porque existe el lenguaje.
Hay una hipótesis avalada por diversos historiadores que establece que el lenguaje empezó a desarrollarse desde sus formas más simples (por este orden: exclamaciones intencionales, órdenes y sustantivos) hasta sus formas más complejas (formas complejas de simbolismo verbal, conceptos abstractos más allá de lo material). Es decir y dicho con otras palabras el pensamiento lingüístico evolucionó hasta trascender el mundo material, creando así una nueva realidad.
Pongamos un ejemplo: no podemos percibir con nuestros sentidos la esperanza, la culpabilidad o la motivación, pero eso no quiere decir que no existan, que no formen parte de la realidad.
Así que el lenguaje no es sólo el vehículo comunicativo de nuestro pensamiento, es, en gran parte, nuestro pensamiento mismo. Y nuestro pensamiento codifica y conforma nuestra realidad.
Por lo tanto y siguiendo con este razonamiento, el lenguaje es, en gran medida, la realidad.
“El niño se acercó a su maestro y le dijo: Maestro, hoy me siento triste. El maestro le contestó, ¿y eso es bueno o malo? Malo, porque nadie quiere estar triste (le dijo el niño). ¿Y cómo te gustaría estar (le dijo el maestro). Pues alegre (le dijo el niño). Pues a partir de ahora a la tristeza la llamarás alegría (le dijo el maestro al niño). Así lo haré maestro.
Al cabo de unos días el maestro se encontró con el niño y le preguntó ¿Cómo estas hoy? Maestro hoy me siento alegre (le contestó el niño) ¿Y eso es bueno o malo? (le preguntó el maestro). Bueno, porque todo el mundo quiere estar alegre.”

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