1 de marzo de 2012

Estrés ¿para qué?

Soy una cebra que pasta con otras cientos de cebras en los pastos del noreste de Sudáfrica. Igual que ayer y que el día anterior y que todos los días, una manada de 6 leonas acecha a nuestro grupo y lanza ataques en los que, a veces, cae alguna de nosotras. Por ello, pastamos en cierto estado de alerta.

Repentinamente, aparecen las leonas y se suceden las cosas de manera muy rápida, corro para huir y mantenerme a salvo. Para ello, mi cuerpo realiza varias funciones a la vez. Mi corazón se acelera, bombeando sangre a los músculos y a los pulmones para "repartir" oxígeno y nutrientes por mi cuerpo; el nivel de colesterol en sangre, aumenta para proporcionar "combustible" por si la carrera es más larga; el metabolismo de mi cuerpo se acelera con el fin de quemar más rápidamente el combustible, proporcionando a mis músculos energía adicional y además se liberan azúcares en sangre, dotándome de combustible para el sprint.

Después de llevar corriendo a todo lo que dan mis patas durante un rato echo la vista atrás: ya no hay leonas. No las veo y no sé si pillaron a alguien o no. Mi cuerpo vuelve a su estado anterior, permitiéndome seguir pastando para alimentarme y reponer lo gastado en la huida.

He querido ejemplificar con una cebra, siguiendo la ocurrente propuesta de Robert M. Sapolsky en su libro "¿Por qué las cebras no tienen úlcera?: la guía del estrés, lo que sucede en el organismo cuando tenemos una respuesta de estrés seamos cebras, humanos, leonas o chimpancés.

La respuesta del estrés nos permite "sacar lo mejor de nosotros" para huir y mantenernos a salvo. En situaciones de peligro inminente o riesgo para nuestra vida, nuestro sabio organismo hace todo lo necesario para que la energía fluya por nuestro cuerpo y nos convierta en una especie de superheroe o heroína y podamos sobrevivir.

Sin embargo, hoy en día las situaciones que nos generan estrés son distintas.

Ahora soy una persona. Me levanto por la mañana y me doy cuenta que se me ha hecho tarde, por lo que el corazón se acelera y siento en el estómago un pinchazo, "estoy nerviosa". Voy corriendo a la ducha y con las prisas se me mete jabón a los ojos, tardo en aclararlo y además de tener el picor insoportable y los ojos rojos, sé que se me ha hecho aún más tarde. Al tomar el café, dado que otra de las respuestas del estrés es el paro del tracto digestivo (con el fin de desviar la sangre a los músculos y prepararlos para la huida), me da una "tos" que hace que lo escupa manchándome el traje. Tengo que cambiarme y se me hace aún más tarde. Salgo corriendo al metro, como mis músculos están preparados para correr, esta parte sale bien.

Al llegar al metro está tan lleno, claro, hora punta que tengo que luchar para hacerme un hueco y entrar, apretujada contra otros cientos de cebras, no perdón, de personas.

El metro en mitad de un túnel, se queda parado. Estamos allí esperando que vuelva a andar 2 o 3 minutos que sumados a mi retraso se hacen eternos y son devastadores. Estoy sudando, alterada, ruborizada. El caso es que cuando llego a la oficina 5 minutos tarde y de los nervios, ha pasado más de una hora desde que me levanté y desde que sometí a mi cuerpo a una respuesta de estrés mantenido. Puede ser incluso que si mi retraso me genera malestar, el estrés continúe o puede ser que surja un imprevisto en el trabajo: una reunión no planificada, una visita a un cliente especial o un cliente difícil, un jefe enfadado por su propia situación de estrés vital, etc.

Al final del día ¿durante cuanto tiempo ha estado activado mi organismo para responder a las amenazas vitales? Probablemente durante mucho más del necesario.

Cuando nos sucede esto de manera habitual, es cuando los médicos nos dicen que las consecuencias del estrés son perjudiciales. Si, lo puedo entender y ¿qué hago?

No resulta fácil cambiar el patrón de respuesta habitual a levantarme tarde y a tener una serie de imprevistos por la mañana, sin embargo es posible. Puedo elegir vivir estas situaciones de otra manera y así poco a poco limitar mi respuesta de estrés a situaciones que de verdad "merezcan la pena".

¿Cómo?

Hay muchas vías y en nuestro próximo taller, los días 23 y 24 de marzo abordaremos algunas de ellas.


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