19 de enero de 2015

Las emociones, nuestra carta de presentación

Una de las funciones de las emociones, es la de comunicar (hacia fuera) necesidades y estados internos. Por ello, nuestra especie a lo largo de su evolución ha llegado a desarrollar un repertorio de 7.000 expresiones faciales con las que transmitir una serie de matices emocionales, más o menos complejos(*).

Es decir, necesitamos comunicar nuestras emociones y necesidades a nuestro entorno, a nuestros congéneres, a las personas con las que interactuamos..... pongamos el foco en una visión más antropológica, sociológica o psicológica, el resultado es el mismo: comunicamos emociones. 

Una cuestión relativamente importante es cómo llevamos a cabo esta comunicación ¿es consciente o inconsciente? O quizás ¿ambas? Muy probablemente lo hacemos de ambas formas, con mayor o menor peso en una u otra según la persona, según el entorno y según la emoción. 

Los matices expresivos para comunicar nuestras emociones, los empezamos a desarrollar desde que nacemos. El bebé humano posee un repertorio de comunicación con su entorno muy limitado, por lo que cuantos más matices pueda comunicar con sus gestos además de con sus llantos, gritos y demás sonidos, mayores serán sus probabilidades para obtener lo que desea. Así, vamos aprendiendo también la relación causa-efecto a la vez que crecemos y nos desarrollamos. 

Una vez que adquirimos el lenguaje, nos resultará más sencillo expresar, además de con gestos, nuestras necesidades y estados internos. Sin embargo, no siempre lo hacemos. ¿Te has preguntado alguna vez por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto hablar de lo que sentimos, de lo que necesitamos, de lo que querríamos pedir y que no hacemos? 

Me surge una idea, ¿y si no llegamos nunca a superar nuestra etapa de "bebés"? ¿Y si por muchos años que cumplamos no llegamos nunca a sentirnos como seres autónomos 100%? ¿Y si nos genera miedo "defraudar", "ser incomprendidos/as", "invadir",....o lo que sea que nos produce bloqueo? 

La educación emocional que hemos recibido no resulta nada facilitadora para la expresión emocional, dado que se podría resumir ésta en la famosa frase "no dejes que tus emociones te controlen" o bien, "que no se te note..." así que si, probablemente no hemos superado aún nuestra etapa de desarrollo infantil respecto a las emociones, a qué hacer con ellas, a cómo relacionarnos con ellas, a dónde colocarlas en nuestro contexto personal y profesional. 

Y entonces, ¿qué hacemos ahora? Pues yo diría que si hace falta "volver a la escuela", volvamos. La escuela que necesitas para entenderte como ser emocional y vivir tus emociones sin miedo puede ser desde: psicoterapia, talleres de desarrollo personal relacionados con emociones, autoestima, comunicación, etc., psicodrama, o por qué no, coaching. La decisión es tuya, busca la que mejor se adapte a ti o la que creas será más potente para tus necesidades. 


(*) Isabel Güell, "El cerebro al descubierto. De la emoción a la palabra". Ed. Kairós. 

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