23 de abril de 2014

Gestionar la incertidumbre

La incertidumbre es algo constante en la naturaleza, en nuestras vidas, en nuestras interrelaciones. 

No podemos tener certeza absoluta sobre todo lo que sucederá, la manera en la que lo hará y los resultados que conseguiremos, por mucho que nos empeñemos en ello. 

Entonces ¿por qué nos genera tanto conflicto vivir con ella? 

Creamos reglas, leyes, normas que nos ayudan a reducirla (o eso creemos), añadiendo o no excepciones. Elaboramos listas sobre lo que deberemos hacer o dejar de hacer ante algo nuevo, algo que pueda salir de nuestro control. 

¿Son necesarias estas reglas, leyes y normas? ¿Qué nos aportan? 

A nivel cognitivo, nos generan una supuesta seguridad sobre el devenir de los acontecimientos, creando una sensación de paz que no siempre es duradera o verdadera. La realidad (social y culturalmente hablando) es que no todas las personas necesitamos esas reglas, normas y leyes, que no a todas las personas nos afecta del mismo modo la incertidumbre. 

Leyendo sobre las dimensiones culturales de Hofstede, aparecen indicios de culturas en las que la flexibilidad es la norma. Algunas culturas en las que la necesidad de reducir (o controlar) la incertidumbre es más baja que en otras y por lo tanto no generan leyes ni normas rígidas ante cualquier posible evento novedoso. Entonces ¿el ser humano necesita esa generación de normas para no entrar en conflicto? ¿lo necesitamos solo en algunas circunstancias determinadas? ¿esas diferencias culturales se traducen en una mayor o menor capacidad para vivir con naturalidad la incertidumbre?

Quizás generar un cambio global que influya en nuestro entorno, pasará por responder a estas y a otras muchas cuestiones con antelación. Sin embargo, el cambio en el fuero interno y personal de cada uno y cada una pasa por otros filtros. En este caso será importante tener en cuenta la motivación, la fuerza de nuestra necesidad de control y de flexibilidad de cada cual para elegir el modo de gestionar la incertidumbre. Y no me refiero solo a "mis" incertidumbres, sino a las que existen, a las incertidumbres denotativas. 

Asumir que no todo depende de mi, salvo mi respuesta ante los eventos, nos dota de una seguridad diferente. Puedo elegir cómo responder, con qué actitud, cómo ver y afrontar lo que sucede (y no lo que me sucede).... asumirme pues, como una pieza más de este inmenso puzzle  y no como el centro de todas las cosas con todas las respuestas posibles sabidas y aprendidas. 

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