Cuenta una fábula que había un Jilguero que no quería cantar. Todas las demás aves se preguntaban por qué no quería cantar, y el siempre les respondía: "Jamás cantaré para ser objeto de burla."
Un día, un Loro se le acercó al Jilguero para decirle: "¿Por qué tienes miedo? Canta, que nadie se reirá de ti." Sin embargo, el Jilguero no quiso cantar, ni tampoco le respondió nada al loro. Luego llego una Cotorra y también se le acercó al Jilguero y le dijo: "Te escuché una vez mientras cantabas en el bosque. ¡Tus cantos son hermosos! ¿Por qué no quieres cantar ahora?."
Aún así el Jilguero siguió sin decir nada. Hasta que finalmente se le acercó un Ruiseñor y comenzó a cantar de una forma muy hermosa. Sin embargo, el Jilguero siguió con apatía, así que le preguntó: "Jilguero, ¿por qué no te unes a mi en canto? Haríamos un gran dúo." Y el Jilguero le confesó sus miedos al Ruiseñor. Y este le dijo: "No importa si cantas bien o mal, eso es asunto tuyo. Pero si no cantas, ni si quiera para ti mismo, entonces no eres un Jilguero, ni eres nada."
¿Cuántas veces dejamos de cantar por miedo a lo que piensen otras personas de nuestro canto? Represente lo que represente para ti el canto, es probable que en alguna ocasión te descubras dejando de hacer algo por miedo a ser evaluado/a o juzgado/a de determinada manera.
La lectura de esta fábula me hace pensar, ¿Para quién hacemos las cosas que hacemos? ¿Las hago para mí? ¿Las hago para ser vista por otras personas de determinada manera? ¿Las hago por que así las siento? ¿Las hago para compartir o compartirme? ¿Las hago para destacar? ¿Las hago por qué sé o por qué no sé?
Elegir cantar o no cantar es cuestión de cada persona. Quizás como dice el Ruiseñor de esta historia, lo importante no es hacerlo bien o mal, la cuestión es elegir hacer y aprender en el proceso. Aprender actuando, aprender a ser quien eres y aceptarte.
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