Este fin de semana he tenido la
oportunidad de volver a visitar, 15 años después, Oporto. La verdad es que mi memoria de
pez permite re-visitar ciudades, libros, películas sin problema ninguno. Casi
todo lo vivo como si fuera la primera vez y eso, aunque parezca una pérdida de
tiempo, en realidad, es un lujo maravilloso.
Es verdad que a medida que pasaba
por las calles, algún fogonazo decía, si, si…me suena esta calle, me suena esta
vista, pero parecido a lo que se puede sentir cuando has visto un trailer antes
de ver una película. Vamos, que no te impide disfrutar al 100% de la “nueva
experiencia”.
¿Y si viviéramos cada día como si fuera la primera vez? La primera
vez que bebemos ese zumo de naranja, la primera vez que escuchamos el piar de
un pájaro, la primera vez que olemos el aroma de la lavanda, la primera vez que
sentimos el fresco de la mañana, la primera vez….
Esa frase tan manida de “vivir el
presente, vivir el ahora” tiene que ver con estar en lo que acontece en este
instante y vivirlo, respirarlo, observarlo…aceptándolo.
Para mí, este nuevo viaje a
Oporto, ha supuesto un aprendizaje importante (con la inestimable ayuda de mi
no memoria). Vivir cada instante como si fuera la primera vez permite sentirlo,
percibirlo con la mirada de quien soy en este instante.
No quedarse atrapada en lo que
fui o sentí, para dar paso a lo que soy y siento en este instante. Presente,
presente y más presente.
Y esto me recuerda a los procesos
de coaching. Cuando alguna vez algún cliente vuelca durante mucho tiempo su
mirada hacia atrás, como buscando razones y explicaciones, le digo “presente,
presente y más presente” ¿Qué está sucediendo ahora?
Pues para eso me ha servido
también este viaje, para estar en el presente, presente y más presente.
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