Algunas ideas, preguntas, dilemas, ... se instalan en tu mente y te entretienes preguntándote por qué. Buscas, lees, confrontas, debates sobre el tema y vas asentando algunas claves que hacen sentido en tu contexto mental, emocional y social.
En mi caso, uno de estos dilemas es: por qué existe una tendencia a juzgar (a otras personas, a nosotras/os mismas/os, a lo que sucede,...) tan generalizada.
En muchas conversaciones escuchas juicios de valor. Tanto en conversaciones ajenas como de personas de tu entorno profesional y personal. Escuchas y lees juicios de valor en la prensa, en personajes públicos, en cuentos y relatos, en todos los sitios...¿por qué?
Recientes lecturas están asentando la siguiente idea en mi cabeza, a ver si a ti te hace algo de sentido también.
Se nos educa o se nos hace creer que "lo perfecto es posible", que ese ideal (sea cual sea) de comportamiento, habilidades, resultados, etc. es una meta alcanzable y se va gestando un juez interior que empieza a coger fuerza y evalúa todo lo que hacemos o dejamos de hacer, decimos o dejamos de decir, pensamos o dejamos de pensar, sentimos o dejamos de sentir. Cuando crecemos usamos a ese mismo juez para evaluar a otras personas, en función de si se acercan a "mi" idea de perfección (idoneidad, lo correcto, lo normal, llámalo como quieras llamarlo) o no.
Este juez es un intruso que suele competir con nuestra autoestima, es decir o mi autoestima es fuerte y le pide al juez que se calle o si el juez es quien manda, mi autoestima está adormecida, callada, escondida en algún lugar de mi interior. Y cuanto más duro es el juez, más pequeña se hace mi autoestima, cuanto más selectiva es su atención (diría que estrecha también) menos recursos tiene mi autoestima para liberarse de él.
El exterior además, me refleja que esa es la manera "correcta" de pensar y de vivir, usando al juez para evaluar y actuar (o dejar de hacerlo) pues encuentro a muchas otras personas que hablan y piensan (o eso dicen) como yo, a través de sus jueces.
¿No sientes ahora mismo ganas de gritar y mandar al juez a un rincón? ¿No te apetece pedirle que se calle de una vez por todas?
A veces es difícil hacerlo, lleva mucho tiempo acompañándonos y no sabemos cómo enfrentarnos a él. Te cuento un secreto, la respuesta está a tu alcance.
Lo primero es trabajar la aceptación, es decir, reconciliarte con lo vivido, con quien eres y saber que la perfección es una construcción de la mente que no necesita evaluarlo todo. Aceptar supone un gran paso hacia el bienestar, significa que no todo te va a gustar, no todo te va a "venir o parecer bien", que sentirás malestar en ocasiones y que no siempre podrás hacer algo para remediarlo. Lo que si puedes hacer es aprender a vivir con ello, a superarlo, a transitarlo.
Una herramienta que nos conecta con la aceptación y que fortalece la autoestima es el mindfulness. Esta práctica nos ayuda a "apagar" el megáfono de nuestro juez interior y refuerza la aceptación y la paciencia, elementos que alimentan sanamente a nuestra autoestima.
La terapia, el yoga, o incluso el coaching también son recursos que nos ayudan a conectar más con la aceptación y conmigo sin necesidad de usar al juez para filtrar la realidad (ideas relacionadas con la entrada que escribí hace un par de días...como puedes ver, es un tema que me interesa).
¿Quieres que tu juez empiece a perder fuerza? Te invito a que al menos hoy, seas consciente de qué juicios de valor emites en el trabajo, en tu entorno familiar y personal...¿Cuantos has contado? ¿Crees que mañana puedes omitir alguno? Te invito a probar y a ver qué pasa...con aceptación.
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